parecía algo
cansado. inmóvil en su forma. Pero no muerto.
abrazó todo lo tuvo que abrazar
soportó, rechazó
y durmió calentando los párpados de aquellos que soñaban.
Aún así, en los insomnios
con las marcas del tiempo sobre sí
manchado por bajezas y por victorias
conserva ese aire sabio y cálido
junto con el dulce durazno de su piel.
la cortina crema del ventanal
lo acaricia en su danza aérea
y la tarde cae
como una pluma.
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